LOS PASEANTES

. 14 jun 2008

Una amiga mía escribió hace tiempo una novela titulada Los paseantes -nunca publicada, al menos con ese título-. No tenía nada que ver con Zaragoza, ni remotamente, pero siempre que la mencionaba me venía a la cabeza la imagen de los zaragozanos caminando arriba y abajo de Independencia, que por más que oficialmente desde hace años sea una avenida, siempre será "el paseo". Al zaragozano le gusta pasear, haga cierzo, solana o hielo: su paseo de los sábados no se lo quita nadie. Por eso era razonable y previsible que la Expo triunfara en su estreno. En su estreno de verdad, cuando ya se ha callado el eco de las fanfarrias en el palco de autoridades y los descamisados hemos llenado la plaza (descamisados de corazón, pero con la camisa bien planchada).

Los neoyorquinos van de compras, los parisinos salen a cenar, los barceloneses, a dejarse ver, y los madrileños directamente pasan de pasear, van en Metro. Solo los zaragozanos se acicalan después de comer simplemente para pasear, sin intención de hacer otra cosa, para ver y comentar cómo se remansan en las calles los vientos del progreso, pero sin ningún propósito en concreto. Y eso han hecho los zaragozanos este fin de semana, pero en Ranillas.












¿La fila en el pabellón de Alemania se debía a que la gente se creía que Wunderbar es un bar con ambiente de Oktoberfest?

Creo de verdad que los zaragozanos le han puesto buena nota a la Expo, y han quitado hierro a los fallos de organización de los primeros compases. Había sonrisas, buen rollo generalizado, satisfacción y campechanía. "Madre mía, se nos ha puesto esto que parece Washington, y esta vez de verdad", comentó una amiga. Y tenía razón a medias. Porque sí, es verdad, daba gusto tanta modernidad y tanto cosmopolitismo. Parecía al fin el sueño tantas veces prometido y nunca cumplido de vivir en una gran ciudad europea, atractiva y vibrante. Pero por otro lado, dudo que en Washington los paseantes se saluden como se saludaban los zaragozanos ayer en la Expo. Era un no parar de estrechar manos y palmear espaldas. Yo, que soy de andares distraidos, a la vuelta de cada esquina siempre me topaba con un conocido que me sacaba del ensimismamiento. Pocos días he saludado a tanta gente, y todos sonrientes, satisfechos de encontrarnos en este extrañamente optimista siglo XXI.

Otro día comentaré curiosidades más en detalle (he acumulado algunas fotos impagables) y llamaré la atención sobre algún que otro despropósito, que no todo son alabanzas. Pero hoy creo que solo cabe dejar constancia de que Zaragoza era una fiesta, de que fue bonito pasear por un día que seguro que recordaremos a nuestros nietos. Los que lleguemos a tenerlos.

Solo un apunte al margen: la cabalgata del Cirque du Soleil invoca la lluvia. ¿No hemos tenido bastante de eso ya? ¿No podría invocar, aunque se salga del tema del agua, temperaturas no demasiado saharianas y noches frescas con brisa? Es una sugerencia.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Sergio!
Muy bueno el blog, esperamos ansiosos tus crónicas, a ver qué se cuece por ahí.

Una pregunta: has ido ya a algun concierto en el Anfiteatro 43?? Qtal de sonido? Es cubierto por si llueve? Creo que hay tanto gradas, claro, como pista para estar depié; es así??

Muchas gracias y sigue informándonos, por favor!
Un saludo dsd Barcelona

¿De qué va este blog?

El asombro cotidiano de alguien que se siente turista en su propia ciudad. Armado con una cámara, el periodista de HERALDO Sergio del Molino capturará fotos y vídeos de la ciudad de la Expo (e incluso de la propia Expo) y los servirá aquí aliñados con sus balbuceos de hombre asombrado ante el progreso. A veces, en pequeñas dosis, como una tapa de anca de ranilla. Otras veces, en plato grande, hasta el hartazgo.

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