PROYECTO GOLDFISCH

. 1 sept 2008

Curioseo en la agenda de la Expo de estos días, buscando algo que echarme al blog que no incluya filas, "fast pass" ni aglomeraciones, y tropiezo con un acto que se celebra hoy martes en el pabellón de Suiza, a las 10.00. "Presentación del Proyecto Goldfisch", dice el epígrafe. Tachán. Con ese nombre, y estando Suiza de por medio, la cosa tiene que ir de espías, de tramas de crimen organizado, de "mata haris" y de elegantes asesinos vestidos con traje negro que buscan la llave de una caja de seguridad de un banco de Ginebra. Sigo leyendo, y en la breve y poco aclaratoria descripción del acto encuentro la palabra "submarino". Mi corazón morboso se encoge. Solo falta James Bond. Parece demasiado bueno para presentarse en Zaragoza.

Como no me queda nada claro qué es eso del Proyecto Goldfisch y no me apetece ir a las diez de la mañana al pabellón de Suiza a que me duerman con diapositivas y powerpoints, decido investigar por mi cuenta (léase: me meto en Google o, como dice mi compañero Mariano García, "le meto un googlazo" al tema). Por supuesto, la cosa no va de espías, ni de cuentas secretas, ni de dinero negro procedente del narcotráfico, ni de bellas sicarias que te arrancan el corazón después de seducirte. El Proyecto Goldfisch es el primer submarino que funciona con energía solar procedente de una plataforma flotante. Lo está construyendo la empresa FMB Energie y se prevé que estará en marcha para el 2012. El Goldfisch se sumergirá en las frías y alpinas aguas del lago Thun y lo explotará una empresa turística, que enseñará a los viajeros las maravillas subacuáticas del lago.

Oh, mi gozo en un pozo. O en un lago de los Alpes.

Cuando me recupero de mi decepción, reparo en lo extraño del asunto. ¿Un submarino en Suiza? ¿Para qué demonios quieren los suizos un submarino, por muchos lagos que tengan? Pues por una razón muy sencilla: porque todos los pueblos de interior quieren ser marineros.

Recuerdo que la Marina austriaca se disolvió hace un par de años. La noticia saltó a los periódicos de todo el mundo. ¿Marina austriaca? Sí, era la heredera de la vieja Marina del Imperio Austrohúngaro. Bien es cierto que Austria, desde 1919, es un país de interior, pero su Gobierno mantuvo la Marina para no perder del todo ese viejo orgullo naval de los siglos gloriosos. En realidad, la Marina austriaca se reducía a un par de embarcaciones patrulleras que desempeñaban labores de vigilancia policial Danubio arriba y Danubio abajo.

Los suizos también quieren su trocito de mar. Tienen sus lagos. Espléndidos, enormes, de mil colores que van del verde esmeralda a la transparencia más nítida, pero nada sustituye al mar. Este verano recorrí buena parte del país alpino y me llevé la sensación de que sus montañeros y adustos habitantes ansían ser marineros, por eso viven en las orillas de sus lagos. El periódico ginebrino Le Temps tiene una pequeña sección titulada "Todavía muy lejos del mar", que consiste en una entrevista corta y amable a un personaje de actualidad. La primera pregunta siempre es la misma: "¿Cuándo y dónde vio por primera vez el mar?".

Así que los suizos entenderán muy bien el sentir de Zaragoza y de Aragón, cuyas gentes viven arrasadas de nostalgia por un mar que nunca han tenido. Es la maldición de las tierras de interior. En Zaragoza también tenemos nuestro Proyecto Goldfisch: aquí se llaman Ebrobuses, y también sirven para dar un poco de esperanza marinera a la ciudad. Los suizos juegan a que sus lagos son océanos, y nosotros jugamos a que el Ebro es el Mediterráneo.

Está bien jugar, pero no nos volvamos locos. El cierzo no es una brisa marina y las cigüeñas no son gaviotas. Aunque, si ustedes quieren, podemos fingir que lo son. No se lo diremos a nadie.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu artículo: es muy ameno, además de interesante y con datos muy curiosos. Te felicito. Jose

¿De qué va este blog?

El asombro cotidiano de alguien que se siente turista en su propia ciudad. Armado con una cámara, el periodista de HERALDO Sergio del Molino capturará fotos y vídeos de la ciudad de la Expo (e incluso de la propia Expo) y los servirá aquí aliñados con sus balbuceos de hombre asombrado ante el progreso. A veces, en pequeñas dosis, como una tapa de anca de ranilla. Otras veces, en plato grande, hasta el hartazgo.

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