Este blog va de "bocados y picoteos de Zaragoza en tiempos de Expo". Habla de la transformación de la ciudad, de lo que pasa en Ranillas, de ese futuro hecho presente. Pero se centra fundamentalmente en lo que Zaragoza vive ahora mismo, en las cosas que la hacen vibrar. Y, hasta hoy, una de las personas que mejor sabía hacer vibrar a la ciudad era Sergio Algora, a quien la muerte se ha llevado mientras dormía.
Sergio no verá cómo culmina esa transformación de su querida Zaragoza, pero su huella quedará en unos cuantos rincones, y cuando seamos unos abuelos cebolleta y nos empeñemos en evocarles a nuestros nietos cómo fueron estos años de transformación y fiebre, no podremos eludir su nombre. Él ha hecho de Zaragoza parte de lo que es.
En las necrológicas y semblanzas mortuorias que se publican en la web y en el papel ya se han glosado los datos enciclopédicos que justifican el homenaje y que dan cuenta de las dimensiones de la pérdida. No redundaré. No necesito recordar al músico de culto de El Niño Gusano y La Costa Brava, ni al apreciado poeta, ni al vocacional contador de historias en forma de cuentos. Por todas esas cosas pasará a la historia de la cultura pop de este país, pero no son esas las obras que le han hecho parte irrenunciable de la esencia de Zaragoza.
Es su presencia, su incansable presencia nocturna la que dejará la huella más profunda en la ciudad. Incluso para quienes no le tratábamos, para quienes Algora solo era un "ey-qué-tal-va-todo-bien-me-alegro-hasta-luego", era un tipo crucial. Me refiero a los que nos encontramos a ciertas horas por ciertos bares. Algora siempre estaba en ellos, pinchando músicas estrambóticas y no siempre divertidas ni bailables, con una erudición pop apabullante. Te lo tropezabas en todas partes, todo el mundo le saludaba, todos sabían de su vida y de sus andanzas. Cuando alguien escriba unas historias crápulas de las noches de Zaragoza, Algora ocupará un sitio de honor.
Tan intensa y constante era su presencia que acabó, como era lógico, montando un bar. El Bacharach se convirtió visto y no visto en una referencia noctámbula inevitable. Por allí pasaba todo el mundo. Tanto era así, que muchas noches era imposible entrar: parecía que la gente iba a salir despedida por la cristalera, que el bar iba a reventar de éxito. A veces, pinchaba él. Otras muchas, sus amigos: ex niños gusanos, costabraveros, melómanos del surf... Fauna popera y variada.
Ahora ya no nos lo cruzaremos por la noche. Ya no nos toparemos con un conocido a las tantas de la mañana que nos diga: "He visto al Algoritmo pinchando en tal sitio".
Sus admiradores y amigos lo sienten mucho y así lo testimonian. La noche zaragozana lo va a sentir mucho más.
12 comentarios:
Sergio, me acabo de quedar colgadísimo con la muerte de nuestro tocayo. Podré contarles a mis nietos que tuve la ocasión de charlar de libros, y compartir chupitos, una noche con él hace 8 años, que éramos casi vecinos y nos cruzábamos a menudo... Menuda putada nos ha traído el verano.
la cultura aragonesa está de luto sin duda... brillante explicación para tan dramatico final.. gracias por la noticia, pero podia ser otra.
hemos perdido a un grande .
la vida es muy injusta.
agustin martin.
http://diarioquepues.blogspot.com
Algora, déjate de hostias y reconoce que no has muerto. Siempre con tus fantasías e historias difíciles de creer...
Esta vez la gracia no tiene ni puta gracia.
Y si por si acaso es cierto que te has ido... un abrazo... jo...
La frase, lamentablemente, no es mía pero "Hoy España, y sobre todo Zaragoza, es un poco más pobre." Grande Algora.
sergio deja un vacío enorme.
El mejor homenaje, su emocionante obra... Estarás siempre cerca, Sergio.
Un viaje a la luna,
un viaje a la luna,
un dulce viaje.
Iremos vestidos con hermosos trajes a juego,
fumamos en pipa en la nave,
nadie tiene sueño, nadie volverá.
Un viaje a la luna,
un viaje a la luna,
un dulce viaje.
Si nos viera llegar cerraría los ojos cansada,
pronto estaremos con ella,
nadie tiene sueño, nadie volverá.
Con su cuerpo blanco dormiré,
como a mi almohada la abrazaré.
Las estrellas me dicen adiós,
con mis manos yo les lanzo besos.
Y de mí, volando se olvidan,
no lo olvidéis ...
Un viaje a la luna,
un viaje a la luna,
un dulce viaje.
Como un bicho al caer en la leche lleguó,
aplaudían llenos de emoción,
nadie tiene sueño, nadie volverá.
Un viaje a la luna,
un viaje a la luna,
un dulce viaje,
nadie volverá.
Hace ya no sé cuantos años Sergio Algora era parte de nuestras vidas. De mi juventud, lo fue de forma absoluta. Sus canciones eran bandera de los que habitábamos la Zaragoza de los '90 con la seguridad de poder dejar algo al futuro. Han cambiado mucho las cosas, tanto que incluso se nos van los que dieron alimento a esa aspiración. Pero él lo logró, y por lo menos a mi, me queda el recuerdo de ese Sergio que, sentado en la zona de discos de la FNAC, impartía clase de buen gusto musical, y que me dió su lección cuando en una pequeña charla me recomendó coger el primer disco de Deluxe puesto que "es un disco que dificilmente lo verás otra vez en este formato tan especial, mientras que el otro que tienes en la mano se edita a miles. Además, disfrutarás más.". Tenía razón. He escuchado ese disco una y otra vez, y siempre me acuerdo de ese encuentro y de los "hasta luego Sergio" por la calle Alfonso y alrededores, recbiendo su saludo. Nos queda la música, las noches, y los momentos que se atesoran en el corazón.
Hasta luego Sergio.
A los hombres de buena voluntad...cómo él, no puede esperarles nada malo, lo malo es para los q nos quedamos llorando su ausencia, recordando su presencia...
Otros vendrán, no como él...
Había comenzado a conocerle, es decir, a ir más allá del "conocido" Algora hace unos días. Había empezado a saber de Sergio hace nada. Teníamos un arroz pendiente. Quería cocinarlo en su casa, le encantaba cocinar para otros, dijo.
Por siempre pendiente ya.
Lo peor de todo no es la pérdida literaria, pues siempre quedarán sus libros, ni la musical, pues podremos volver a escuchar su voz una y mil veces. Lo peor es haber perdido a la persona, a Sergio, eso sí que es irrecuperable. Todavía no ha inventado el ser humano un mecanismo para la resurrección anticipada, la única que verdaderamente serviría de algo.
Estaba comenzando a conocer a Sergio y podría no haberse apellidado Algora, podría no haber publicado poesía o relatos, podría no haber cantado en distintos grupos, y seguiría siendo igualmente interesante y cercano.
Eso es lo malo de la muerte. No que no sepa de literatura, ni que no tenga idea alguna de música. Lo peor de la muerte es que nunca sabrá nada de seres humanos. Si no, no se llevaría a quien se lleva.
Estés donde estés, sé que en algún tiempo, en algún lugar, compartiremos ese arroz que hoy nos birlo la muy puta hija de puta.
Por siempre.
En mi blog he redirigido al bernarduz EP de El Niño Gusano como homenaje
http://bambino.blogia.com/2008/071001-disco-del-dia.-bajenlo-sin-miedo-esta-descatalogado-es-imposible-encontrarlo-en-.php
Una sóla frase del post, por si no queréis viajar hasta alla:
Sergio, ese chaval que supo (en la mejor definición que he leido, ayer mismo, no recuerdo donde) tener un millón de amigos para todos juntos poder cantar (al estilo Roberto Carlos). Porque alguien que te dedica una sonrisa y te saluda siempre que te ve te hace sentir su amigo, aunque no haya relación real, aunque no te conozcas. Así era Sergio y así nos hizo sentir a los que tuvimos la suerte de pasar a su lado, aunque sólo fuera a raticos y muy de vez en cuando (como de fans de concierto, comprando en la FNAC, o copas en algún bar).
Hacía años, muchos, que no coincidía con él. Y sin embargo hoy noto que falta algo.
Carta a Sergio Algora.
Hace casi cinco años, un provinciano como yo llegaba a Zaragoza para iniciar una nueva vida.
Lo hacía por amor, sentimiento que, ya se sabe, mueve montañas. Tanto ella -zaragozana de nacimiento- como yo, éramos grandes admiradores de El Niño Gusano. Por eso, cuando te vi por primera vez tras la barra de tu bar, bautizado con el apellido de tu adorado Burt Bacharach, me invadió un sentimiento de nerviosismo y emoción.
A lo largo de los siguientes años coincidimos inevitablemente en calles, bares e incluso en conciertos. Eso me gustaba. Me recordaba la gran tradición musical de una ciudad que en realidad no tiene unas dimensiones tan grandes, además de la personalidad que puede llegar a alcanzar un ser humano. Durante ese tiempo, mi novia me regaló tus libros, igual de personales y surrealistas que las canciones que escribiste para tus bandas, o los artículos aparecidos en el Heraldo de Aragón y en la revista local Zum!
A pesar de tener amigos comunes, nunca llegamos a conocernos oficialmente, aunque charlamos alguna vez. Como aquella tras un concierto de La Costa Brava en la sala Neu! de Madrid, hace ya más de un año. Recuerdo que entonces alguien gritó desde el público “Sergio... ¡La Mujer Portuguesa!”. La herencia que dejaste con tu primera banda es inmortal e inolvidable. Entonces, con tu habitual y peculiar humor, te negaste a permanecer en el escenario mientras Fran interpretaba “Hospital” y bajaste entre el público. Yo sabía que tu salud era delicada y que hacía muy poco que habías abandonado el hospital. Cuando tras la actuación firmaste mi copia de “Velocidad de Crucero”, charlamos unos minutos y te pregunté cómo te encontrabas. Respondiste con amplia sonrisa que bien, que te sentías mucho mejor. Haciendo lo que a uno más le gusta en la vida, nadie puede sentirse mal. Tú lo sabías y mantuviste esa premisa hasta el final.
Hoy que me encuentro a pocas semanas de, por el mismo motivo que hace años, dejarlo todo de nuevo para volver a tu ciudad, recibo la dura noticia de que has decidido iniciar tu último viaje. Y en mi puesto de trabajo me cuesta mantener las lágrimas. Recibo llamadas y mensajes avisándome de la triste novedad, a sabiendas del cariño y admiración que siempre te tendré. Y pienso en mis amigos de la capital maña. En tus amigos. Y siento rabia porque, desde hoy, Zaragoza tiene un aliciente menos. El de uno de los más personales escritores que haya dado este país...
“... el hombre bombilla se apagó...”
-Sergio Algora en la canción de El Niño Gusano “El Hombre Bombilla” del disco debut de 1995 “Circo Luso”-
Raúl Julián.
09 de julio de 2008.
Ayer por la tarde fue un poco extraña. Antes de las noticias de las cinco estaba sonando una canción del niño gusano en radio-1. Viendo las noticias de Aragon TV sin sonido se vio un video del niño gusano seguido de unas palabras de Anton Castro. Tanta atención mediática repentina no suele ser de buen augurio, cosa que se vio confirmada en el teletexto de TVE. Va a ser raro no volverte a ver por la noche de zaragoza, y no volver a oir la música que pinchabas en los bares. Tu imagen ha quedado indisolublemente unida a los locales de Zaragoza en los que ejerciste de maestro musical: Plasticland, Sopa de Letras, La Caja de los Hilos, Bacharach, etc.
Gracias por todo y hasta siempre.
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