DOCTOR JEKYLL Y MR. HYDE

. 7 jul 2008

La Expo, ya se habrán dado cuenta, es como Jekyll y Hyde. Jekyll de día y Hyde de noche. Al principio, creía que la transformación se debía al brebaje cervecil que se consume en Fluvivaso, pero ahora me inclino a pensar que la poción mágica es la sidra de pera que sirven en el pabellón de Lituania. Pruébenla y me cuentan qué tal.

Ya sé que en la novela de Stevenson Jekyll es un respetado burgués londinense, un docto caballero que fuma en pipa y lee junto al fuego. Pero vivimos donde vivimos, y Jekyll solo puede ser un señor de mediana edad, con pantalones cortos (cómodos y frescos para la solana) que viaja con una corte de variada extensión. La versión más reducida de esa corte es la compuesta en exclusiva por su señora, y la más amplia, por su señora, numerosa prole (desde el adolescente enfurruñado al criejo saltarín), padres, suegros y cuñados.

Jekyll calza chancletas y una camisa de manga corta, la misma que luce otros veranos en Salou a la caída de la tarde, cuando toca tomar la cerveza vespertina en el paseo. Jekyll es socarrón, le escandalizan los precios de algunas cosas (de casi todas, para qué engañarse) y disfruta de lo majo que está todo. Jekyll le da a la Expo ese aire diurno tan de andar por casa, tan entrañable, tan pachanguero, tan de vermú de pueblo.

Pero, cuando cae la noche, en la Expo reina Hyde.

Este Hyde tampoco es el Hyde de Stevenson. No asesina, no da miedo, no se escurre por los antros y callejones del East End. Este Hyde es algo más joven que Jekyll. Viste informal, pero procura dar el pego y con un toque de modernidad. A las once de la noche, mientras Jekyll, desfondado y roto de recorrer pabellones, se retira a un merecido descanso, Hyde entra en Ranillas más fresco que un pimpollo. Se cruza con Jekyll, que arrastra los pies, y le sonríe desde su frescura noctámbula.

Hyde pasa de los pabellones y pide una cerveza. Ronda el Balcón de las Músicas, el Auditorio, cualquier rincón donde se escuche música y se pueda alternar. Se apoltrona en la terraza del Acuario con un cóctel de 20 euros en la mano, ligotea con una congénere en un recoleto banco a la orilla del Ebro o ataca un plato de sushi, palillos en ristre, en el restaurante de Japón (muy recomendable, por cierto: pidan un sushi lo más variado posible y gozarán tanto que no les dolerá mucho la cuenta).

Hyde tiene pase pernocta y disfruta de esa Expo nocturna con otros ritmos menos familiares que los diurnos.

Había un canal de televisión por cable que emitía videoclips de música comercial por el día y rock and roll algo más cañero y alternativo por la noche. El lema del canal era (leer con voz de locutor británico): "Smooth by day, rock by night" (tranquilo de día, rockero de noche). Así es Ranillas también.

Tenemos dos Expos en una, y en ninguna hay Fluvis. Yo, la verdad, lo agradezco: siempre he compadecido a quienes tienen que embutirse en esos trajes de mascota, y más con esta chicharrina.

Elijan con cual se quedan. O hagan como yo y no elijan: aprendan a disfrutar de ambas. No dejen que les obliguen a decir si quieren más a papá o a mamá.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues claro. Esto tiene que ver con lo que decías el otro día de que la Expo es, de verdad, para todos los públicos. Para los padres de familia domingueros, para los jovenzanos con ganas de ligar, para los paseantes, para los bailongos, para los altos, para los bajos... para todos.

¿De qué va este blog?

El asombro cotidiano de alguien que se siente turista en su propia ciudad. Armado con una cámara, el periodista de HERALDO Sergio del Molino capturará fotos y vídeos de la ciudad de la Expo (e incluso de la propia Expo) y los servirá aquí aliñados con sus balbuceos de hombre asombrado ante el progreso. A veces, en pequeñas dosis, como una tapa de anca de ranilla. Otras veces, en plato grande, hasta el hartazgo.

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