CUATRO HORAS

. 26 ago 2008

Cuatro horas, una menos de las que ese personaje de Miguel Delibes pasó con Mario. Ese es el tiempo de espera que han llegado a marcar los pabellones de Japón y de Alemania. ¿Saben la cantidad de cosas que se pueden hacer en cuatro horas? Pues fíjense:

En cuatro horas llegamos a Málaga en AVE desde Zaragoza. O vamos y venimos a Barcelona en ese mismo AVE.

En cuatro horas, un cinéfilo se puede ver dos peliculones protagonizados por Bogart: Casablanca y El sueño eterno. Y después de ese empacho de cine clásico todavía le sobran cuarenta minutos (¡cuarenta minutazos!) que puede emplear en montar un cine-fórum, o en verse dos capítulos de Los Simpsons.

En cuatro horas se pueden escuchar cinco discos y tres canciones de música pop de duración estándar. O lo que es lo mismo: unas ochenta canciones.

En cuatro horas, un adolescente se enamora, tiene una relación, discute y la rompe. Y le sobra tiempo para contárselo llorando a su mejor amigo.

En cuatro horas, un senderista no excesivamente avezado recorre más de veinte kilómetros.

En cuatro horas, un avión cubre la distancia que separa Madrid de Moscú.

En cuatro horas, un lector medio, ni rápido ni lento, se lee la mitad de una novela de Galdós. De las gordas.
En cuatro horas se cocina una cena de Nochevieja para veinte comensales, asado incluido, y sobra tiempo para ducharse y cambiarse de ropa para la velada.

En cuatro horas, se pueden ver doce capítulos de Los Simpsons. O de Friends. O de cualquier telecomedia al uso. Eso sí, sin anuncios de por medio.

En cuatro horas se ven seis conciertos de los que se programan en El Balcón de las Músicas.

En cuatro horas, un asalariado medio llega al ecuador de su jornada laboral.

En cuatro horas, un cirujano experto ejecuta un transplante de riñón.

En cuatro horas se pueden hacer tantas cosas que perderlas en una fila parece inconcebible. Llámenme criticón, señoritingo o lo que ustedes quieran, pero creo que muy pocas cosas en esta vida merecen una fila de cuatro horas, y por muy orgullosos que estemos de la Expo y por muy bien que nos lo pasemos en ella, creo que no hay nada en Ranillas que merezca cuatro horas de fila. Pero claro, les está hablando de alguien que nunca se ha plantado en la puerta de un cine el día de un gran estreno y que nunca ha pernoctado a las puertas de un estadio para conseguir entradas para el concierto de su vida (que creo que está por llegar aún). Así que no me hagan mucho caso.

¿Cosas que creo que merecen cuatro horas de extenuante fila? Ahí van algunas:

Billetes gratis para un viaje a la Luna.

Billetes gratis para un viaje alrededor del mundo (soy conformado, ya lo ven).

Una noche íntima y desnuda en una villa toscana con la Claudia Cardinale de los años sesenta (la de otras décadas no me vale).

Un concierto privado de los Rolling Stones para mí y mis amigos.

Un plato del cocido madrileño de mi madre.

Un plato del cocido madrileño que yo hago en versión libre inspirada en la de mi madre.

Una liquidación total de hipoteca.

Una toma de contacto con naves extraterrestres.

La cuadratura del círculo y el secreto nunca descubierto de los alquimistas (también me vale la fórmula de la Coca-cola).

Firmar un documento que me declare heredero de Bill Gates.

Firmar un documento que me declare hijo adoptivo (y heredero) de Brad Pitt y Angelina Jolie.

Un apartamento en Torrevieja, Alicante.

Por menos que algo equiparable a cualquiera de estas cosas no hago cuatro horas de fila. Así que no se compliquen: si la fila se alarga y no hay "fast pass" a la vista, pasen de ella, pídanse una cervecita o un vinito fresquito y disfruten de la animación callejera de Ranillas, que a la fresca se goza divinamente. Y Japón y Alemania que se las compongan como puedan.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Lo de Claudia Cardinale tiene que ser en una villa de la Toscana? No daría un poco igual el sitio?

Anónimo dijo...

Yo por liquidar mi hipoteca espero hasta cuatro horas y media

Juana dijo...

Por contactar con extraterrestres igual no, las demás opciones me caben.
De doce horas en la Expo (una barbaridad, ya se) si sumo más de la mitad en diferentes filas, qué nos queda? Cansancio y desencanto.
Me da que se ha inventado un nuevo hobby: hacer fila, donde sea, pero hacer fila.

¿De qué va este blog?

El asombro cotidiano de alguien que se siente turista en su propia ciudad. Armado con una cámara, el periodista de HERALDO Sergio del Molino capturará fotos y vídeos de la ciudad de la Expo (e incluso de la propia Expo) y los servirá aquí aliñados con sus balbuceos de hombre asombrado ante el progreso. A veces, en pequeñas dosis, como una tapa de anca de ranilla. Otras veces, en plato grande, hasta el hartazgo.

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