DE CINE

. 27 ago 2008

¿Cine en la Expo? No hay mucho, aunque tampoco lo esperaba nadie. En eso, sigue el ejemplo de la ciudad anfitriona, un secarral para los cinéfilos donde se alternan las noticias sobre el cierre de salas históricas con las que anuncian la apertura de monstruosidades suburbanas para estrenos inanes y pretendidamente "para todos los públicos" (ya escribí en este blog una entrada sobre el significado de ese cliché. Reléanlo pinchando aquí, si lo desean). Pero en Ranillas, si uno escarba un poquito, encuentra pequeñas gemas, de brillo débil, aunque apreciable. Lo mismo sucede en Zaragoza: en cuanto se escarba un poco en la arena del secarral, el agua brota. Sin la fuerza de un géiser, claro, pero lo bastante como para refrescar al cinéfilo sediento.


El rey de Ranillas se llama Carlos Saura. Reina en solitario, sin cortesanos y sin competencia, ya que es el único realizador de renombre que ha elaborado una obra en exclusiva para la Expo. Si todavía no la han visto, corran al pabellón de Aragón, siéntense a la fresca, y disfruten. No sé si la película tiene título. Desde luego, no aparece recogida en la filmografía oficial del autor y todos los reclamos se refieren a ella como "el audiovisual de Saura".

Mala cosa este desdén genérico, y no sé hasta qué punto es indicativo del aprecio que merece por parte de su autor y de los que la han financiado y la proyectan. Sin embargo, estas menudencias no ensombrecen el reinado absolutista de Saura: ese documental que se proyecta en bucle durante todo el día en varias pantallas no será el mojón más brillante de su carrera, pero Saura es mucho Saura.

Porque el resto de propuestas fílmicas de Ranillas no son comparables ni por asomo. Sin ambiciones artísticas, la mayoría son entretenimientos espectaculares, atracciones de feria, alardes de técnica, pero no necesariamente de ingenio. La proyección en 4D de Kuwait es muy celebrada, y la curiosa fábula que se proyecta en el pabellón de Polonia suscita muy variadas reacciones. La más normal, la extrañeza.

Aunque para extrañeza, la de los visitantes del pabellón de la vecina Navarra, que ven cómo unas pantallas que ocupan las cuatro paredes del recinto ofrecen testimonios de personajes navarros (el más famoso, Indurain) explicando en castellano o en euskera cómo reciclan y ahorran agua. Los visitantes nos miramos unos a otros con cara de pan sin cocer: "¿Ya está? ¿Esto es Navarra?", nos preguntamos. Pues eso parece.

No sé si el inclasificable "Iceberg" de Calixto Bieito podría considerarse alguna forma de cine. Trozos de película tiene, desde luego.

Interesante -y retorcidamente cinéfila- es la adaptación teatral del buñuelesco (de Buñuel, no de buñuelos) "El ángel exterminador", que se pudo ver en el Palacio de Congresos.

Aunque son El Faro y la Tribuna del Agua los que están programando propuestas verdaderamente interesantes y directamente relacionadas con el tema de la muestra. Son documentales de denuncia y reflexión sobre los problemas del agua en el mundo. Esta semana, sin ir más lejos, se ha presentado "Vivir sin agua", una cinta del realizador zaragozano Javier Macipe que se acerca a las vidas de personas que viven en Zaragoza sin acceso a agua corriente.

Todo esto está muy bien, sin duda, y demuestra que el mundo del celuloide no está ausente de la Expo. No debería estarlo, habida cuenta de que en Zaragoza se rodó la primera película de la historia del cine en España. El séptimo arte forma parte del patrimonio de la ciudad.

Pero si ustedes quieren ver buen cine, bueno-bueno de verdad, y lo quieren hacer a la fresca, en pantalla grande y rodeados por silenciosos desconocidos con los que comparten afición, aléjense de Ranillas y de los multicines de los centros comerciales que sitian la capital aragonesa. En este extrañísimo mes de agosto que agoniza no solo hay muchos turistas y bares abiertos, sino una actividad cultural de primer nivel, pero tienen que hacer un esfuerzo y buscarla en una pequeña y escondida plaza del Casco Histórico: en la Filmoteca de Zaragoza.

Otros años, la pequeña filmoteca de la ciudad cerraba en agosto, pero este 2008 ha permanecido abierta y alerta. Actualmente, proyecta un ciclo del grandísimo David Lean y, al mismo tiempo, programa pequeñas películas independientes de los dos últimos años que no fueron estrenadas comercialmente en Zaragoza. Y en versión original subtitulada, por supuesto.

La Filmoteca de Zaragoza es una de las muchas cenicientas culturales de la ciudad. Prácticamente desconocida, salvo por un puñado de irreductibles, se mantiene contra viento y marea en un rincón del renacentista y sobrio Palacio de los Morlanes. Es una filmoteca de mínimos, casi un cine-club de amiguetes, pero precisamente ahí radica su encanto.

Comparada con otros ejemplares de su especie, parece casi un insulto a los zaragozanos. Conozco muy bien la Filmoteca Española (casi viví unos años en ella, entre las butacas del decadente Cine Doré de Madrid), y también la de Cataluña y la de Valencia (que ocupa otros bellos y desastrados cines junto a la plaza del Ayuntamiento), y la pobrecita sala de proyecciones de Zaragoza no puede aspirar ni a ser sombra de ninguno de esos tres templos cinéfilos.

Esto podría ser motivo de denuncia e indignación. Sin duda, Zaragoza se merece una filmoteca a la altura de una ciudad que aspira a ser la tercera de España (Belloch dixit), pero a mí lo que me provoca esta situación son ganas de aplaudir. Porque con unas instalaciones mínimas, una escasísima repercusión en la oferta cultural de Zaragoza, un presupuesto probablemente irrisorio y unos horarios tempraneros que ahuyentan a los más golfos y noctámbulos, la Filmoteca lleva años manteniendo una programación mucho más que digna y coherente, que mantiene un buen equilibrio entre lo clásico y la vanguardia, y resulta atractiva tanto para quienes quieren iniciarse en el séptimo arte como para quienes, siendo sabios duchos en él, buscan esas joyas perdidas que no están en E-mule. Contra viento y marea, la Filmoteca se mantiene firme. No importa qué partido lleve el timón municipal (ni el PP ni el PSOE han demostrado nunca interés por ella), la institución resiste y sigue dando gusto a su reducida parroquia. ¿Proverbial tenacidad aragonesa? Yo prefiero hablar de profesionalidad y de sensibilidad.

Vayan a ver una peli (es muy barato) y gozarán del último reducto verdaderamente cinéfilo que queda en una ciudad que ha dejado derrumbarse todos los demás templos del séptimo arte que había en sus calles.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Manuel Huerga es el autor del documental del Pabellón de España:
http://www.manuelhuerga.com/loshijosdelagua/

Anónimo dijo...

El de Madrid no está mal.

El de Saura tampoco es para tirar cohetes: muy tópico y convencional, con recursos filmicos manidos asociados a una música que me atrevería a decir que es bastante más del 50% del éxito del audiovisual y que acompaña bien esos recursos "tramposos" del helicóptero apareciendo sobre un valle con un cañazo de la banda sonora :-) Tópicos y clichés.

Ahora bien ¡cuánto nos habrá costado a los aragoneses el caché Saura!

Pero realmente sí que es de lo mejor porque lo demás... Tras la Expo reivindico una huelga de proyectores y pantallas de plasma caídas porque estamos hasta los mismísimos de tanto Sony :-))))))

Anónimo dijo...

Creo que te ha faltado comentar y aplaudir la película 3D de Corea, su temática es la de la Expo y te deja con la lagrimilla a punto de salir (aguantándola para no parecer demasiado sensiblón)

¿De qué va este blog?

El asombro cotidiano de alguien que se siente turista en su propia ciudad. Armado con una cámara, el periodista de HERALDO Sergio del Molino capturará fotos y vídeos de la ciudad de la Expo (e incluso de la propia Expo) y los servirá aquí aliñados con sus balbuceos de hombre asombrado ante el progreso. A veces, en pequeñas dosis, como una tapa de anca de ranilla. Otras veces, en plato grande, hasta el hartazgo.

Podéis comentar cada entrada con libertad, pero el autor del blog se reserva el derecho de moderar las intervenciones, por eso pueden tardar un tiempo en aparecer en la página.

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