El título de esta entrada podría ser una receta de antropofagia tradicional, de esas que recupera Eugenio Monesma en sus documentales, como las patatas a la greña, pero con arquitectos. Pero no, alguien intentó prepararlo una vez y el plato resultó correoso, y un discípulo de Santi Santamaría lo calificó de "prístino ejemplo de esa antropofagia pretenciosa que no queremos en nuestros restaurantes". En lo que a canibalismo se refiere, la gente prefiere comer seres más sencillos. Siento desilusionar a los que andaban buscando en Google una receta para epatar a sus amigos y han recalado en este blog, pero este artículo no va de comer arquitectos, sino que se limita a hablar de la que está cayendo en el mundo de la arquitectura a propósito del Pabellón Puente de Zaha Hadid.
En resumen, por lo que he podido saber hasta ahora, el Pabellón Puente gusta al ciudadano-paseante común y disgusta hasta el sarcasmo a los arquitectos. Quiero decir en términos generales, porque se dan casos de ciudadanos-paseantes horrorizados y de arquitectos satisfechos que aplauden hasta que se les ponen rojas las palmas de las manos. Esto ha generado una polémica entre los arquitectos, polémica que ha pasado desapercibida a los ciudadanos-paseantes, que bastante tienen con pasear y buscar una sombra en los secarrales de la Expo.
El fuego lo abrió todo un gurú de la crítica arquitectónica mundial, el británico William J. R. Curtis, autor del venerado libro La arquitectura moderna desde 1900. En un extenso y afilado artículo publicado en el suplemento Babelia de El País una semana antes de la inauguración de la Expo, se refirió a la obra de Hadid en estos términos:
"El puente es una de esas obras 'con firma' procedentes de un miembro del star system internacional y uno tiene la impresión de que procede de
otro planeta. Al ser tan excesivo en su expresionismo escultórico e impreciso en su articulación estructural y en sus detalles, hace que uno anhele una solución más sencilla y rigurosa que esté más acorde con el terreno y que, al mismo tiempo, permita a la gente disfrutar de las vistas del río. Cierto es que se supone que en este puente para peatones se van a organizar exposiciones, pero sigue siendo con exceso introvertido".
Vamos, que Mr. Curtis no dijo más porque la proverbial flema británica le conmina a encorsetar su discurso en los límites de la caballerosidad, pero queda claro que el Pabellón Puente no le ha gustado nada.
No es la única voz del mundo arquitectónico que se expresa en términos parecidos, y las críticas en los últimos meses han sido tantas que la propia Zaha Hadid, cuando vino a Zaragoza a inaugurar su obra hace un par de semanas, pidió respeto: "Yo no hablo de los puentes de otros arquitectos", declaró, como diciendo: "No me tiren de la lengua, que las gasto muy malas". No sabemos si durante la cena que disfrutó en El Fuelle -donde todo el mundo sabe que el recio vino de la tierra que sirven con generosidad en las tradicionales jarras de barro suelta la sin hueso una barbaridad- se explayó con mayor profusión. Tampoco se sabe si a Mr. Curtis le pitaron los oídos esa noche.
Al margen de lo estrictamente arquitectónico, el puente de la gran dama iraquí ha sido criticado por su sobrecoste, por su supuestamente innecesaria complejidad técnica y por la cantidad de esfuerzo suplementario que ha obligado a hacer en el dragado del Ebro para su cimentación. Las malas lenguas dicen que Ibercaja, su propietario para después de la Expo, todavía no tiene muy claro qué hacer con él, pues su complicado y sinuoso interior no permite montar un museo en condiciones. Pero yo, que soy un lego superficial que apenas tiene opinión de nada, me quedo con la broma que hacen en el blog Mi mesa cojea, donde lo comparan con un ovni. En concreto, con un ovni de una conocida serie de televisión.
A estas alturas, ¿sufren mucho por la pobre Zaha Hadid? ¿No soportan verla zaherida por las críticas inmisericordes de sus mezquinos y envidiosos colegas? Pues no padezcan más, porque ya hay un arquitecto andante que ha salido a su rescate cabalgando en su brava montura de dinteles y capiteles jónicos.
El héroe se llama Diego Fullaondo, y en una serie de artículos publicados en el portal Soitu (periódico digital elaborado por disidentes de elmundo.es) reta a duelo a quienes mancillen el honor de Zaha. Al menos, a quienes lo mancillen sin dar argumentos de peso. Al loro:
"Creo que lo que asusta tanto a los especialistas es la desbordada voluntad
expresiva del puente. Una voluntad expresiva que conforma íntegramente todos los elementos constitutivos del edificio. Estructura, instalaciones, acabados, cerramientos y por supuesto el espacio, se supeditan al impulso creativo inicial, obligando a realizar soluciones no convencionales para cada uno de los apartados. Mientras, de manera magistral, el hayedo del Pabellón de España consigue traducir su metáfora inicial a elementos tradicionales y reconocibles de la arquitectura contemporánea, el proyecto de Zaha propone una nueva definición en todo su lenguaje arquitectónico".
Fullaondo tacha de insustanciales y banales muchas de las críticas que se han hecho al Pabellón Puente. Se despacha a gusto: "Argumentaciones simplonas y tabernarias, más propias de una acalorada discusión futbolística que de cualquier otra cosa. Su profunda mediocridad, suavemente informada, les hace despreciar todo aquello que no entienden".
Vamos, que la cosa está calentita. ¿Y a vosotros, qué os parece? ¿Lo habéis visto por dentro y por fuera? ¿De día y de noche? ¿Con sol y nublado? ¿Qué os sugiere? Hablad, nos os cortéis, pues aquí está hablando todo el mundo.
Fotos: José Carlos León.